La gran cantidad de criadas que había en las casas de los ricos eran corrientes: la cocinera, la dentrodera, la niñera, la nodriza y hasta el paje; todos estos oficios eran complementados por los que desempeñaban las lavanderas, las aplanchadoras, las lavadoras de pisos y las costureras.
La jornada laboral se iniciaba a las cuatro de la mañana cuando molían el maíz y asaban las arepas y continuaba hasta la hora en que sus patrones las requirieran; para ellas no había descansos dominicales, ni vacaciones y solo a partir de los años treinta del siglo XX se les concedieron las tardes del domingo libres.
La cocina fue el lugar que más se transformó en los hogares de Medellín. Pasó de encontrarse retirada de las habitaciones, debido a que los fogones eran de leña e inundaban de humo las casas, a estar integrada a estas.