A finales del siglo XIX, en Medellín surgió uno de los personajes más excéntricos y recordados de la historia: Carlos Coriolano Amador, considerado el hombre más rico de Colombia y uno de los protagonistas en la modernización de la ciudad.
Conocido por su estilo de vida extravagante, Amador fue el primer en traer un automóvil a Medellín, además de introducir el cinematógrafo y el telégrafo, elementos que marcaron un antes y un después en la historia tecnológica y cultural de la ciudad. Este personaje se convirtió en una figura central, en plena época de patriarcas, matronas y costumbres muy conservadoras.
Las fiestas legendarias en su finca Miraflores, ubicada en el barrio Buenos Aires, aún se recuerdan con asombro. Se dice que estas celebraciones podían durar hasta dos semanas, con fuentes que vertían champaña en lugar de agua y donde la música en vivo era parte esencial del espectáculo. Tal era su fama que en Medellín se le conocía como “Coro” entre amigos y “el burro de oro” entre sus detractores.